José Del Rey Fajardo, por Agustín Moreno Molina

9 de enero de 2024

Su luz se apagó a la edad de 89 años el pasado 28 de diciembre.

Nació en Zaragoza (España) el 18 de abril de 1934, hizo sus primeros estudios en esa ciudad, e ingresó a la Compañía de Jesús en Loyola el 8 de septiembre de 1952. Llegó a Venezuela el 10 de enero de 1953 y continuó en la Universidad Javeriana de Bogotá, los de filosofía y letras entre 1954 y 1958. Obtuvo la licenciatura en Letras por la Universidad de Los Andes (Venezuela) en 1960; y en Ciencias teológicas por la Philosophische – Theologische Sankt Georgern (en Frankfurt – Alemania) en 1964. Obtuvo el doctorado en Letras en la Universidad de Los Andes en 1969, y el doctorado en Historia por la Javeriana de Bogotá en 1979.

Ejerció la actividad docente en la Universidad Católica Andrés Bello y fue miembro fundador del Instituto de Investigaciones Históricas desde 1965. Formó parte del plantel de investigadores del Istituto Storico della Compagnia de Gesú (Roma) para la obra Monumenta Missionum desde 1972.

En la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) fue profesor en la Escuela de Letras y en la Escuela de Filosofía entre 1967 y 1972 y profesor de Metodología de la Investigación en la Escuela de Comunicación Social desde 1975. Al mismo tiempo ejerció como Asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores para asuntos históricos entre 1969 y 1985. Fundó la revista Montalbán en 1970, el Centro de Historia Eclesiástica Venezolana en 1977 y la Colección Manoa, para dar a la luz las investigaciones históricas de la UCAB. Fue director de la Escuela de Letras entre 1968 y 1972, director de la Escuela de Filosofía en un corto período de aquellos años y director del Instituto de Investigaciones en varias ocasiones. Decano de la Facultad de Humanidades y Educación desde 1975 hasta 1979, cuando fue nombrado Vicerrector Académico de la UCAB – Extensión Táchira. En 1982, al ser erigida la Universidad Católica del Táchira, pasó a ser su primer rector, cargo que desempeñó durante varios períodos hasta el 2002, y haber fundado la revista Paramillo.

En 1990 ganó el Premio Nacional de Historia y electo Miembro Correspondiente por el Estado Táchira, de la Academia Nacional de la Historia, y elevado a Individuo de Número de dicha corporación en 1996. En 2015 fue nombrado Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Perteneció a la Academia Colombiana de la Historia, a la de Geografía e Historia de Guatemala, a la Paraguaya de la Historia, y desde 1997 a la Real Academia de la Historia de Madrid.

Recibió Doctorados Honoris Causa por las universidades de Los Andes ((1991) de los LLanos Centrales Rómulo Gagallegos (1993), de la Cecilio Acosta (1996) de la del Zulia (2002) y de la Javeriana de Bogotá (2018).

Autor de más de ochenta libros, sin contar las decenas de artículos en revistas especializadas. Para tener una idea aunque superficial de tal producción historiográfica, más de treinta libros tratan sobre el Nuevo Reino de Granada (la actual Colombia) y la Universidad Javeriana de Bogotá; otro tanto estudia la vida y obra de los jesuitas en Venezuela, entre los que destacan los relativos a las bibliotecas y al período nefasto de la expulsión y supresión de la Compañia de Jesús. Unos doce estudian las misiones de la Orinoquia.

Seguramente nadie investigó con la paciencia, tenacidad, disciplina y rigor científico las culturas indígenas de la Orinoquia, ni la historia de la Compañia de Jesús en Venezuela y Colombia, desde que llegaron hasta su expulsión en 1767 y desde la restauración en 1814, hasta su regreso a Venezuela en 1916. Estamos entonces frente a una monumental obra histórica, y los entendidos en el tema saben que no es exagerada la afirmación, sobre las raíces culturales de las actuales repúblicas de Colombia y Venezuela, a partir de la investigación minuciosa en fuentes de primera mano en unos quince archivos europeos, venezolanos, colombianos, y ecuatorianos.

El Padre del Rey creó y desarrolló la línea de investigación sobre la Orinoquia, Identificó con nombres y apellidos a los misioneros, sus diversas nacionalidades, mentalidades y respectivas labores evangelizadoras y educativas; a las distintas etnias esparcidas por tan extensos territorios, con sus respectivas lenguas, costumbres y tradiciones. Fue el primero en plantear la obra misionera de los jesuitas en América como un sistema integrador de convivencia entre europeos e indígenas en un modelo de aculturación y vida cotidiana.

Si pudiéramos reducir a dos palabras la vida del Padre del Rey esas palabras serían «virtud» y «letras». Así lo dijo el rector de la Universidad Javeriana de Bogotá durante el acto académico con motivo del doctorado Honoris Causa al ilustre jesuita. Virtud es según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad y la belleza. Y como escribió San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, que el amor se ha de poner más en las obras que en la palabras, ahí están las obras del Padre del Rey, pues «letras» es sinónimo de humanidades, y la historia no por casualidad, es una parte medular de lo humano.

Por: Agustín Moreno Molina