Durante 2019 la agudización de la crisis eléctrica, con una serie de apagones nacionales en Venezuela, dejaron en evidencia la fragilidad de los servicios básicos. Los cortes eléctricos, además, generaron de forma recurrente lo que podríamos llamar “zonas silenciadas” en el país.
La ausencia, inesperada y cotidiana, de la energía eléctrica en gran parte del país no solamente deja sin luz a la población. La deja sin Internet, sin televisión, sin emisoras locales de radio al aire (éstas también padecen los apagones) y sin telefonía móvil. Cuando se va la luz los venezolanos se quedan solos, junto a sus familias o amigos, pero carecen no sólo de electricidad, sino también de información.
La ausencia de información es en doble sentido: los afectados por un apagón no pueden recibir, pero al mismo tiempo tampoco pueden emitir información. Literalmente quedan silenciados.
En medio de los apagones nadie sabe a ciencia cierta, en Venezuela, la causa y menos la duración que tendrá la falla. El gobierno no dice nada y la gran mayoría de medios sencillamente han optado por dejar de hablar del tema, bien sea porque ya se hizo cotidiano, bien sea porqué decidieron no hablar de los problemas reales del país.
La fragmentación informativa es otro elemento que conlleva la existencia de zonas silenciadas. Después de un apagón, diario o cotidiano, de 3-4 y hasta 6 horas (en el caso del Zulia), las personas se dedican a poner al día los asuntos domésticos, recoger agua por ejemplo, comunicarse con familiares, tratar de reactivar los servicios o equipos tras la falla eléctrica.
Esas personas quedaron desconectadas de lo que ocurrió y salvó hechos muy importantes, seguramente no se enterara de gran parte de lo ocurrido. Tenemos grupos humanos que se informan de unas cosas, luego están silenciados, al volver a conectarse ya serán otros los asuntos de interés público.
A eso se sumó la política oficial de profundizar el silencio para invisibilizar al liderazgo opositor. El nombre de Juan Guaidó y su rol de presidente interino, reconocido por casi 60 países, sencillamente no debía ser mencionado en la radio y televisión dentro de Venezuela. El gobierno tumbó de forma reiterada la señal de Youtube y otras redes sociales cuando Guaidó tenía discursos en vivo por estas plataformas.
Recapitulo estos hechos de 2019 porque creo que serán la constante, y en no pocos casos se profundizarán en 2020.
Podríamos pasar de “zonas silenciadas” a un país totalmente silenciado.
No apostamos a un discurso apocalíptico, pero hay una combinación de al menos dos factores que contribuyen a pensar en un empeoramiento en materia de información en Venezuela en 2020.
Por un lado, la crisis de apagones que envuelven y retumban en los servicios de internet y telefonía digital no van a desaparecer. No hay ningún indicio verídico de que el gobierno venezolano esté invirtiendo en mejorar el servicio eléctrico. Varios expertos advierten que podrían venir nuevos apagones nacionales en este 2020, dada la destrucción del sistema eléctrico nacional.
En el otro lado, está la rentabilidad política. El gobierno de Nicolás Maduro descubrió que en medio de los apagones, sin brindar información a las personas, los ciudadanos vuelven a un estado básico de subsistencia, por lo que la orquestación de una salida se hace cuesta arriba, ya que cada persona anda viendo cómo resuelve lo suyo.
La fragmentación informativa, intensificada por los apagones y fallas en los servicios que posibilitan la conexión, junto a la censura, le da más poder comunicacional al hegemon que en la actualidad es el aparato de propaganda del Estado. Quien quiere permanecer en el poder, a toda costa, difícilmente mejorara las condiciones que le ayudan en sus fines.
En medio de este escenario, tal vez la señal de optimismo será el periodismo venezolano. Están en marcha unas dos decenas de medios digitales, en algunos casos con bastantes reconocimientos internacionales. El tiempo de maduración de algunos de estos proyectos, sus conexiones con iniciativas de otros países y el propio compromiso con el país de muchos de estos profesionales creo que nos colocará en una etapa de cosecha de buen periodismo.
Y sí, ese buen periodismo que se haga también deberá evitar que el país quede silenciado, el silencio del país los arroparía a ellos también.